En Bosa Potrerito, las calles son polvorientas. La ciudad se pierde. Se fuga.
Todos los caminos conducen a lo que algunos catalogan como "lo único de civilización existente en el barrio".
Se trata del Instituto Educativo Distrital Kimy Pernía, megacolegio de 3.200 estudiantes, donde confluye toda Colombia. Allí se dan cita a diario alumnos que representan a la patria indígena. En el mismo salón se sientan los afro, los muiscas, los emberas y chicos más urbanizados, que viven en el estrato uno.
Todo esto pasa en el mismo plantel, en esta muralla de cemento y ladrillos que recuerda a Kimy Pernía, aquel líder de los emberas de Córdoba, a orillas del río Kurazandó, que murió a manos de los paramilitares de Mancuso por defender su territorio de los 'blancos' que construyeron la represa de Urrá.
Investigaciones posteriores señalaron a Carlos Castaño como el autor intelectual del crimen. Además, se determinó que el cuerpo de Kimy fue desenterrado de una fosa común y lanzado a las aguas del Sinú para que nadie lo encontrara.
El profesor de filosofía Édgar Sierra, quien completa tres años en la institución, recalca la localización del plantel. "Esto es territorio sagrado. A unos 200 metros de aquí queda el resguardo indígena de Bosa", dice el maestro.
Michelle Agualimpia, de 7 años, y nacida en el Chocó, hace parte de los cerca de 400 afrocolombianos que estudian en el Kimy. A ellos se suman los 300 pertenecientes a las tres familias de muiscas de Bosa: los Tunjo, los Chiguasuque y los Neute.
Michelle no ha visto afectadas sus costumbres, pues las directivas de la institución, encabezadas por la rectora, Yadira Mina, han garantizado que la educación sea multicultural. "Hacemos actividades para que los niños intercambien las tradiciones de sus pueblos", cuenta Yadira para explicar las jornadas en que los niños afro dejan claro que morir en el Pacífico es otra cosa.
"Nos comemos un animal del señor muerto y los grandes fuman", relata Helen Nieva, natural de Puerto Tejada (Cauca) y alumna de sexto.
En el Kimy lo rural es algo valioso: es el único distrital con granja y con 20 de sus estudiantes con el título de Jóvenes Rurales Emprendedores. En cuanto a los conflictos entre estudiantes de diferente raza, el profesor José Silva, coordinador de Convivencia, señala todo se arregla con música del Pacífico o con pasillos del altiplano cundiboyacense. Por eso el Kimy Pernía es distinto.
Fabián Forero Barón
Redactor de EL TIEMPO
Todos los caminos conducen a lo que algunos catalogan como "lo único de civilización existente en el barrio".
Se trata del Instituto Educativo Distrital Kimy Pernía, megacolegio de 3.200 estudiantes, donde confluye toda Colombia. Allí se dan cita a diario alumnos que representan a la patria indígena. En el mismo salón se sientan los afro, los muiscas, los emberas y chicos más urbanizados, que viven en el estrato uno.
Todo esto pasa en el mismo plantel, en esta muralla de cemento y ladrillos que recuerda a Kimy Pernía, aquel líder de los emberas de Córdoba, a orillas del río Kurazandó, que murió a manos de los paramilitares de Mancuso por defender su territorio de los 'blancos' que construyeron la represa de Urrá.
Investigaciones posteriores señalaron a Carlos Castaño como el autor intelectual del crimen. Además, se determinó que el cuerpo de Kimy fue desenterrado de una fosa común y lanzado a las aguas del Sinú para que nadie lo encontrara.
El profesor de filosofía Édgar Sierra, quien completa tres años en la institución, recalca la localización del plantel. "Esto es territorio sagrado. A unos 200 metros de aquí queda el resguardo indígena de Bosa", dice el maestro.
Michelle Agualimpia, de 7 años, y nacida en el Chocó, hace parte de los cerca de 400 afrocolombianos que estudian en el Kimy. A ellos se suman los 300 pertenecientes a las tres familias de muiscas de Bosa: los Tunjo, los Chiguasuque y los Neute.
Michelle no ha visto afectadas sus costumbres, pues las directivas de la institución, encabezadas por la rectora, Yadira Mina, han garantizado que la educación sea multicultural. "Hacemos actividades para que los niños intercambien las tradiciones de sus pueblos", cuenta Yadira para explicar las jornadas en que los niños afro dejan claro que morir en el Pacífico es otra cosa.
"Nos comemos un animal del señor muerto y los grandes fuman", relata Helen Nieva, natural de Puerto Tejada (Cauca) y alumna de sexto.
En el Kimy lo rural es algo valioso: es el único distrital con granja y con 20 de sus estudiantes con el título de Jóvenes Rurales Emprendedores. En cuanto a los conflictos entre estudiantes de diferente raza, el profesor José Silva, coordinador de Convivencia, señala todo se arregla con música del Pacífico o con pasillos del altiplano cundiboyacense. Por eso el Kimy Pernía es distinto.
Fabián Forero Barón
Redactor de EL TIEMPO
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